La consolidación
de la comedia burguesa y las fórmulas renovadoras del teatro
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La segunda mitad del siglo XIX está dominada por
dos tendencias literarias que tienen su reflejo también en la literatura
dramática y en la forma de representación teatral: el Realismo y el
Naturalismo.
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El Realismo en teatro presenta un lenguaje
cotidiano y familiar y sus personajes no sólo hablan en forma natural, sino que
poseen una psicología de seres comunes; sus acciones se asemejan todo cuanto se
pueda a las acciones de la gente real. Representadas sobre el escenario tienen
que convencer al público de que la acción que desarrollan podría darse en la
vida.
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El Naturalismo, como tendencia literaria,
implica otros principios más complicados, basados en teoría científicas que
aparecen en aquella época, y afecta más a los temas y al tratamiento de
personajes y acciones. Considera el Naturalismo que los seres humanos están
gobernados por leyes de la herencia y por influencia del medio.
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La alta comedia es una
fórmula teatral de la segunda mitad del siglo XIX, que coincide con la comedia
burguesa del Segundo Imperio francés (1852-1870). Leandro Fernández de Moratín
estilizó la realidad convirtiéndola en miniatura; los románticos la exaltaron
desaforadamente. Quedaba el camino de aproximación a la verdad, sin
deformaciones de ninguna clase: un recorte a lo desmesurado y una limitación a
la tendencia a achicar la objetividad.
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Experiencias teatrales de algunos noventayochistas
(Unamuno y Azorín), de algún coetáneo como Jacinto Grau, y el caso aparte,
dentro de la misma generación, de Valle-Inclán. Nuevos impulsos renovadores
posteriores, debidos a las vanguardias y a la generación del 27. La obra de
García Lorca será síntesis y cima de las inquietudes teatrales del momento
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El siglo XIX se abre
con el drama romántico, que representa el universo como caos sin sentido,
frente al orden neoclásico. En su segunda mitad, la presencia de un público
burgués marcará la preferencia por un teatro claro y sencillo, que obliga a los
autores a repasar la lección neoclásica del siglo anterior. Los géneros
literarios comienzan a mezclarse: prosa dialogada, teatro lírico, etc. y la
prosa desplaza al verso. Parece haberse alcanzado una fórmula que duraría hasta
el último cuarto del siglo XX.
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